El bazar de los sueños es la tercera colección de cuentos de Villar Pinto. En «El bazar de los sueños», un bazar de duendes recorre el mundo para llevar alegría allí donde hay tristeza.
El bazar de los sueños (12 cuentos): «Broan y Turin», «El bazar de los sueños», «El bosque de los ciervos blancos», «El carpintero sin suerte», «El cofre de los náufragos», «El estanque mágico de Verdesmeralda», «El viaje de Breogán», «El vuelo de los cisnes», «La biblioteca de Alejandría», «La deuda del marajá», «La maldición de la sirena de oro» y «Las estrellas capturadas».
La madre de Suré acababa de morir. Era la única familia que tenía y por ello, aunque todos los vecinos se habían volcado con él durante los primeros días de duelo, dándole cariño y ayudándole en todo lo posible, se sintió muy desgraciado y desamparado. Apenas tenía cinco años de vida.
—¿Quién se va a ocupar de mí ahora? —lloraba Suré—. ¿Qué va a ser de mí?
Afligido y preocupado, encontrando únicamente refugio en la soledad de su habitación, se tumbó en la cama y en ella permaneció días y más días. Soñó con su pobre y bienamada madre, recordó cuánto trabajaba, sin tener tiempo para nada más, con el fin de que los dos pudieran comer y él ir a la escuela, cómo se esforzaba en sonreír aun cuando estaba agotada, y lo mucho que sufrió antes de marcharse. No falleció en paz, y Suré lo sabía, pues había oído cómo, en su lecho de muerte, le pedía a Dios que cuidara de él. Pero Suré, aunque se aferraba a la piedad del Altísimo, había perdido a su madre y nadie se había ofrecido para protegerle.
Estaban abandonándole las fuerzas, el ánimo y la ilusión por la vida.
Sin embargo, cuando ya casi era incapaz de moverse, escuchó el sonido alegre de flautas y tambores en la calle, y una proclama que decía:
—¡Vengan al bazar de los sueños! ¡Ningún niño puede ser infeliz! ¡Traigan a sus hijos y cumpliremos sus deseos!
Entre lágrimas, Suré recordó una historia que su madre le había contado. Según decían, existía un bazar de sueños que visitaba las ciudades del mundo para llevar felicidad allí donde había tristeza. Sin todavía terminar de creerlo, Suré se levantó y se asomó a la ventana. Vio en la calle a decenas de duendes de altura semejante a la suya que, con entusiasmo y algazara, bailaban y brincaban mientras otros tocaban con gracioso brío los instrumentos.
—¿Los has enviado tú, mamá? —preguntó Suré mirando al cielo.
Y en ese instante, las lágrimas acariciaron una sonrisa en su rostro. Tal vez hubiera alguna esperanza…
Rápidamente se vistió, salió de su casa y siguió, como el resto de los niños, a los duendes. La emocionante comparsa musical llegó entonces a un extraño bazar en el que, detrás de varios puestos, esperaban más duendes risueños a los que los niños comenzaron a formular deseos. Aquéllos se los concedieron diciendo siempre:
—A cambio, ayudarás al menos una vez a alguien que lo necesite de verdad.
Y los niños, aceptando el trato, se encontraban con una cesta repleta de caramelos, pirulís, gominolas u otras deliciosas chucherías en sus manos. Mientras Suré esperaba, pensaba que los otros niños no solicitaban más que tonterías.
Llegó su turno y Suré pidió que su madre reviviera. Al instante, la sonrisa del duende que le atendía se borró y se tornó en tristeza.
—Lo siento —le dijo éste—. No podemos cumplir ese deseo.
Cuando escuchó esto, Suré se sintió decepcionado y profundamente abatido.
—¿De qué me sirve entonces haber venido? —dijo Suré—. Mejor hubiera sido haberme quedado acostado.
Y sin levantar la vista del suelo, emprendió el camino de vuelta dispuesto a dormir y no despertarse. No tardó mucho en echar a correr, pues la música y la alegría alrededor eran para él una tortura.
No obstante, antes de abandonar el bazar, oyó una voz a su espalda. Era el mismo duende con el que antes había hablado.
—¡Espera! —le dijo—. Todos nosotros —añadió señalando a sus compañeros— hemos pedido un deseo que no podía cumplirse.
—Eso no me consuela —dijo Suré con amarga sinceridad.
—Lo sé —afirmó aquél pensativo—, pero tal vez haya alguien que te pueda ayudar.
—¿Quién? —preguntó Suré inmediatamente.
—La reina de las hadas —respondió el hombrecillo verde...(¿Quieres saber cómo termina el cuento «El bazar de los sueños»? Continúa en la colección de cuentos El bazar de los sueños).