El barquito de papel

Cuentos maravillosos es la cuarta colección de cuentos de Miguel Ángel Villar Pinto.

La colección consta de 3 cuentos: «El barquito de papel», «Tic-Tac» y «La leyenda de los dos tigres».

En «El barquito de papel», un barquito de papel vivirá una gran aventura antes de ver cumplidos sus sueños.

Érase una vez, en una fábrica de papel, una hoja muy especial. Lo era no porque tuviera un color diferente a las demás, o estuviera decorada de un modo asombroso, no, de hecho era blanca y sencilla como otras tantas miles y miles que salían de allí todos los días, pero era especial porque soñaba, soñaba con todo lo que podría ser.
—Tal vez un científico plasme sobre mí una nueva fórmula matemática que cambie el mundo —se decía—, o tal vez un poeta escriba los versos más hermosos.
Las otras hojas, cuando la escuchaban soñar en alto, se reían de ella, pues ninguna creía posible que pasara.
—Eso solo está reservado para unas pocas afortunadas, niña —le decían—. Hay que nacer con una estrella y una suerte sin igual. ¿Qué te hace pensar que tú vas a ser una de ellas?
—Seguro que acabarás en una papelera —se burlaban otras—. ¡Y luego en un vertedero!
Y se reían y se reían sin parar. Pero la hoja que soñaba no dejaba de soñar.
—O puede que un enamorado, a través de mí, declare su amor… —Y muchas más cosas imaginaba, todas bellas y admirables—. Soy una hoja en blanco, y cualquier sueño es posible —se decía, y en otra cosa no pensaba. Poco le importaba lo que dijeran las demás.
Con esta ilusión, llegó el día que tanto esperaba. Fue puesta en un envoltorio de plástico junto a otras ciento noventa y nueve hojas, y abandonó la fábrica camino de un supermercado. Una vez allí, fue a parar al fondo de una estantería y, cada vez que alguien cogía un paquete de folios, sabía que más cerca estaba su momento.
Pero también tenía dudas y temores. Era mucha la gente que pasaba por allí todos los días y, sin embargo, pocos los que parecían capaces de hacer realidad sus sueños.
Casi sin darse cuenta, una tarde llegó el momento crucial. Expectante, examinaba a cada persona que pasaba por el pasillo, y fue precisamente la que menos hubiera deseado que se acercara, la que lo hizo, cogió el paquete en el que ella estaba y lo metió en su carro de la compra. Era un hombre serio, con cara de mal humor, muchas preocupaciones y ninguna tendencia creativa.
—¡Ja! —dijo en tono despectivo y triunfante una de las que se burlaban de la hoja que no dejaba de soñar—. ¡Apostaría arder en una hoguera a que es un contable! ¿Qué hay de tus sueños, niña? Ni fórmulas matemáticas, ni poemas, ni declaraciones de amor. Solo números para mirar una vez y luego olvidar. ¡Bienvenida a tu brillante futuro!
Y la hoja que no dejaba de soñar se entristeció. Hubiera llorado de haber podido, pues sabía que era cierto lo que la otra decía. Se resignó a su suerte, y cuando quedó situada en la mesa de trabajo del contable, su única esperanza era que todo sucediera pronto para que el sufrimiento fuera el menor posible. Si acababa en un libro de contabilidad o en una papelera, ya le era indiferente, pues en cualquiera de los dos casos, suponía el fin de sus sueños.
Ese instante no tardó en llegar. Los dedos del contable iban a agarrarla para poner números fríos y sin vida sobre ella cuando, de pronto, se detuvo. En la habitación entraron su esposa y su hijo pequeño. Este, viendo que la conversación que entablaron sus padres iba para rato, se acercó a la mesa.
—¡Papá! —dijo—. ¿Puedo coger un folio?
El padre asintió y, sin más preámbulo, la hoja que no dejaba de soñar fue llevada por las manos del niño hacia el suelo. Comenzó a hacer dobleces con ella mientras esta asumía que ya había llegado el fin. No hizo falta que escuchara a las otras hojas diciendo entre risas: «Y de ahí, ¡a la basura!», para que supiera que ese era el final que le aguardaba. Quedó convertida en un barquito de papel destinado a entretener al niño hasta que se aburriera.
Entonces empezó a llover. El niño se acercó a la ventana y, mirando para el juguete que tenía entre manos, dijo:
—¡Mamá, voy a la calle a echar a navegar el barquito de papel!... (¿Quieres saber cómo termina el cuento «El barquito de papel»? Encontrarás el final en la colección de cuentos Cuentos maravillosos).