Cuentos infantiles de ayer y de hoy es una colección de cuentos de Miguel Ángel Villar Pinto, inspirados en cuentos infantiles famosos.
La colección consta de 11 cuentos infantiles: «Pulgarcito en la gran ciudad», «Blancanieves y los siete influencers», «El flautista de Hamelín», «La Sirenita», «El hombre feliz», «Caperucita Roja», «La foto nueva del emperador», «Pinocho», «Cenicienta», «Alí Babá y los cuarenta hackers» y «Aladino y el móvil maravilloso».
En una de las muchas ciudades de China, vivía un muchacho llamado Aladino y su madre. Tenían lo justo para comer, así que rara vez podían comprar otras cosas, como ropa o calzado.
Por eso, aunque Aladino estaba enamorado de una chica de su clase, jamás se atrevió a decírselo. Mei hacía honor a su nombre, pues era muy hermosa, pero también hija de un poderoso terrateniente; tenía todo lo que quería, nada le faltaba. De ahí que, a pesar de hablar con ella a menudo y estar a gusto juntos, Aladino considerara imposible ser más que amigos.
Sin embargo, cierto día, su situación cambió. Tras salir del colegio, se acercó a él un extraño; parecía un ejecutivo extranjero.
―Eres Aladino, ¿verdad?
―¿Le conozco? ―preguntó él sorprendido.
―No te acuerdas de mí porque eras muy pequeño, pero soy tu tío. Veo que no os va muy bien en la vida ―dijo, mirándolo de arriba abajo.
Aladino se sintió avergonzado; intuía que era esto lo que pensaban sus compañeros, aunque nunca nadie se lo había dicho de manera tan directa. Pensó en Mei. «Seguro que lo mismo opina ella».
―No te preocupes; tiene solución ―añadió el desconocido―. Os ayudaré, pero primero agradecería que me hicieras un favor.
Pese a desconfiar de la identidad e intención de aquel hombre, no quería ser descortés ni tampoco perder la oportunidad de ganar dinero, así que asintió.
―Necesito que vayas a la chatarrería del valle y encuentres un teléfono móvil que perdí allí. Mis ojos ya no ven como antes…
Aquel lugar estaba abandonado y podía ser peligroso: había perros callejeros, algunos de ellos rabiosos. Aladino lo sabía bien; cuando un aparato de su casa se estropeaba, acudía al lugar en busca de piezas para repararlo. No iba a ser pues un problema mayor al de otras ocasiones, pero había algo más que le preocupaba.
―Conozco el sitio, aunque no sé cómo voy a poder localizar un trasto tan pequeño ―explicó―; hay montañas y montañas de cacharros…
―Más o menos, sé en qué zona debe estar. Solo te llevará un rato.
―Está bien ―aceptó Aladino.
Una vez allí, se adentraron en el laberinto de cachivaches hasta llegar casi al centro, momento en el que el forastero señaló varios de los montones más altos.
―Está en uno de esos, seguro.
Aladino comenzó a rebuscar. Sin embargo, muy pronto aparecieron varios canes de gran tamaño en actitud agresiva. Iban a la carrera hacia él y, considerando la amenaza, ascendió con rapidez a la cumbre de una elevación. Fue allí, por casualidad, donde encontró el objeto que buscaba.
―¡Lánzamelo! ―dijo el supuesto tío de Aladino, desde lo alto de otro promontorio.
―¡Primero, ayúdame!
Falta le hacía: las fieras, aunque con dificultad, estaban trepando hacia él y, a cada paso, estaban más cerca.
―¡Después de que me des el teléfono! ―dijo el hombre.
Pero Aladino sospechaba que, si lo hacía, lo dejaría allí abandonado a su suerte. Negó con la cabeza.
―¡Primero, ayúdame! ―insistió.
El extranjero, enfurecido, se alejó del lugar diciendo:
―¡Ya volveré cuando te hayan devorado!
No tardaría en suceder; lanzaban bocados a tan poca distancia que alguno casi lo rozaba.
Desesperado, pensó que su única alternativa estaba en el móvil: si funcionaba, podría pedir auxilio. Pasó el dedo por la pantalla con la intención de desbloquearlo y, al instante, de él salió un genio. Aladino, boquiabierto y asustado, escuchó que le decía:
―¿Qué deseas, mi señor? Pídeme lo que quieras y te lo concederé… (¿Quieres saber cómo termina el cuento «Aladino y el móvil maravilloso»? Encontrarás el final en la colección de cuentos Cuentos infantiles de ayer y de hoy).