Broan y Turin

El bazar de los sueños es la tercera colección de cuentos de Villar Pinto. En «Broan y Turin», un niño y un gigante unen su inteligencia y su fuerza para salvar a su ciudad de un temible dragón.

El bazar de los sueños (12 cuentos): «Broan y Turin», «El bazar de los sueños», «El bosque de los ciervos blancos», «El carpintero sin suerte», «El cofre de los náufragos», «El estanque mágico de Verdesmeralda», «El viaje de Breogán», «El vuelo de los cisnes», «La biblioteca de Alejandría», «La deuda del marajá», «La maldición de la sirena de oro» y «Las estrellas capturadas».


Existió una vez, hace mucho tiempo, un reino flanqueado por un gran bosque y una hermosa cascada, lo que hacía de éste un muy buen lugar para vivir. Sus habitantes obtenían del bosque frutas, miel y carne además de madera, mientras que del río bajo la cascada agua, pescado y entretenimiento en los días de sol.
Sin embargo, por muy agradable y atractivo que sea un sitio como éste, no garantiza una vida dichosa, ni mucho menos. Si alguien se lo preguntara, eso mismo dirían Broan y Turin.
Broan y Turin eran dos niños de Cretórea, pues así se llamaba este reino. El primero era alto y fuerte como un gigante, y el segundo astuto y despierto como un lince, pero también era uno tan grande como corto de inteligencia, y el otro tan listo como bajo de estatura. Tanto es así que cuando a Broan le preguntaban cuánto sumaba uno más uno tenía que contar con los dedos, y a Turin frecuentemente le confundían con un enano de las montañas.
Mucho sufrían ambos por esto, ya que eran el blanco fácil de las burlas de los otros niños. Sin embargo, una noche, ya bien entrada la madrugada, un gran estruendo anunció el comienzo de lo que supondría una gran hazaña que los convertiría en héroes, aunque muy pocos, o más bien nadie pudiera imaginarlo al principio.
Todo empezó con ese estrepitoso ruido que despertó a los pobladores de Cretórea, tras el cual salieron de sus casas para averiguar qué ocurría. Con terror vieron a un imponente dragón arrancando y derribando árboles.
—¿Qué sucede? —preguntó el rey al vigía de la torre del castillo.
—Me temo, mi señor —dijo éste—, que un dragón ha escogido nuestro reino para pasar la noche. Está construyendo un lecho donde dormir.
Y efectivamente, eso era lo que parecía. El dragón estaba apilando árboles en un montículo, tan grande como una montaña para un hombre, pero para una criatura del tamaño de aquélla, no sería más que el equivalente a un mero jergón de paja.
—Esperemos que sólo sea eso —dijo el rey no sin cierta preocupación, y motivos no le faltaban para ello, pues cuando se elevó el sol sobre el horizonte, el dragón continuaba allí, al igual que al día siguiente y al otro y otro más…
Y la situación, ya de por sí preocupante, no hizo más que complicarse. El dragón había posado su enorme cola en lo alto de la catarata y había bloqueado el paso del agua. El río que pasaba por Cretórea se había secado.
—Esto no puede seguir así —dijo el rey—. ¡Que el ejército se prepare para expulsar al dragón!
A la orden de su señor, los caballeros ciñeron sus armaduras, tomaron las armas, ensillaron sus caballos y partieron a la batalla contra el dragón. Poco duró la lucha, pues cada escama de éste tenía la robustez de diez mil escudos, y sus fauces y garras la fuerza de treinta mil espadas. El ejército del rey era muy inferior al poder de la criatura, y sucumbió ante ella en menos de lo que dura un parpadeo.
Desesperado, ya que era consciente de que mientras el dragón continuara allí no tendría reino que gobernar, el rey ofreció todas sus posesiones salvo el castillo a quien fuera capaz de expulsar al dragón de sus tierras...(¿Quieres saber cómo termina el cuento «Broan y Turin»? Continúa en la colección de cuentos El bazar de los sueños).