El bosque de los ciervos blancos

El bazar de los sueños es la tercera colección de cuentos de Villar Pinto. En «El bosque de los ciervos blancos», una bruja convierte a un niño y a una princesa en ciervos blancos, confiando en que mueran a manos de los cazadores; pero no será ése el destino que les espera...

El bazar de los sueños (12 cuentos): «Broan y Turin», «El bazar de los sueños», «El bosque de los ciervos blancos», «El carpintero sin suerte», «El cofre de los náufragos», «El estanque mágico de Verdesmeralda», «El viaje de Breogán», «El vuelo de los cisnes», «La biblioteca de Alejandría», «La deuda del marajá», «La maldición de la sirena de oro» y «Las estrellas capturadas».


En lo más profundo de un bosque antiguo, vivía una familia formada por un matrimonio y tres hijos. El padre descendía de una larga estirpe de grandes cazadores, y como buen padre que era, se había preocupado de enseñar el oficio a sus hijos. Sin embargo, el más pequeño de todos, llamado Ridalín, amaba tanto a los animales que le resultaba imposible aprender. De hecho, se negaba a hacerlo, obteniendo en consecuencia la desaprobación de sus parientes.
—¿De qué vas a vivir entonces, Ridalín? —le preguntaban éstos.
Y él se encogía de hombros. Ciertamente también estaba preocupado, pues ¿qué otra opción tenía un hijo de cazador que seguir los pasos de su padre? ¿Quién le iba a enseñar los secretos de otro medio de vida si nadie más habitaba aquel bosque? Y si no aprendía absolutamente nada, ¿cómo iba a sobrevivir cuando faltaran sus padres?
Ridalín, que era muy consciente de esto, quiso obligarse, pero nada podía hacer frente a su naturaleza. Cuanto más lo intentaba, mayor esfuerzo le exigía. Así pues, un día desistió, y tras reunir una gran dosis de valor, decidió abandonar su hogar, cosa que hizo cuando todos los demás estaban ya durmiendo.
Pasó toda la noche y parte de la mañana siguiente andando, sin descanso, para que a su padre y a sus hermanos les resultara imposible encontrarlo. No quería regresar, pues de ser así, estaba convencido de que no volvería a atreverse a repetir lo hecho el día anterior. No en vano, lo más difícil para él había sido asumir que iba a dejar atrás a sus seres queridos.
Por ello, Ridalín había borrado todo rastro que hubiera podido dejar hasta hallarse bien lejos, como se encontraba en estos momentos en los que el sol presidía el cielo. Se tumbó a la sombra, agotado como estaba, y pronto quedó dormido.
Sin embargo, un ruido interrumpió sus sueños. Abrió los ojos y frente a él vio a una cierva blanca atada a un árbol. Junto a ella había una anciana de vestimentas oscuras, quien al ver despertar a Ridalín, dijo:
—¿Cómo es que estás tan solo, pequeño? ¿Acaso te has perdido?
Ridalín no contestó inmediatamente. Había algo en aquella mujer que no le gustaba, así que respondió con sólo una parte de la verdad.
—Sí, aunque mi padre y mis hermanos me encontrarán pronto. Son cazadores.
Al escuchar esto, la anciana pareció alegrarse.
—Llevo varios días sin comer —dijo— y tengo mucha hambre, pero mis pobres manos ya no son las que eran. Cada vez me tiemblan más, y no quiero ver sufrir a la cierva a causa de mi torpeza. Si me ayudas a matarla, diremos a tu familia que fuiste tú quien la cazó. Sin duda se sentirán orgullosos, pues ciervos blancos no hay muchos, y muy pocos cazadores en el mundo pueden presumir de haber visto alguno.
Ridalín miró con desconfianza para la mujer y luego para la cierva, que ahora se encontraba muy nerviosa.
—¡Qué extraño! —pensó el niño—. Parece haber entendido lo que me pide la anciana, pero ¿cómo es posible? Los ciervos no conocen el lenguaje de los hombres.
—Entonces, ¿me ayudarás? —preguntó la anciana.
Pero Ridalín se negó, y aunque ésta insistió varias veces, obtuvo idéntica respuesta. La anciana, al ver que no iba a poder contar con él para matar a la cierva, se enfureció de tal manera que Ridalín comenzó a sentir miedo. Aquella mujer no era lo que aparentaba.
—¡Niño estúpido! —gritó ella—. ¡También tú te convertirás en un ciervo blanco! —y al instante, sus palabras se hicieron realidad—. Ahora ambos seréis la presa predilecta de los cazadores, ¡y a manos de ellos pereceréis!...(¿Quieres saber cómo termina el cuento «El bosque de los ciervos blancos»? Continúa en la colección de cuentos El bazar de los sueños).