La princesa infeliz


El príncipe Eseo y la princesa Lida se conocieron en un baile en la corte imperial. Él era apuesto y atractivo, heredero de un próspero reino, y las princesas competían entre ellas con la esperanza de que las sacara a bailar. Mas Lida, que además de agraciada era astuta y atrevida, ideó un plan para ser ella la elegida. Les dijo a las demás que se veía con él en secreto y que, por tanto, sólo podía pedirle a ella ser su pareja. Las damas, aunque dudaron de la veracidad de tal confesión, se encontraron confusas, y cuando Eseo habló con ellas, se mostraron más distantes de lo acostumbrado.
—¡Qué extraño! —pensó el príncipe—. La semana pasada, en el palacio de Kerak, eran todas muy amables conmigo, y hoy sucede todo lo contrario. No lo entiendo.
Lida aprovechó este desconcierto para acercarse a Eseo y entablar conversación con él. Estuvieron hablando un buen rato hasta que el príncipe, con una sonrisa, la invitó a bailar. Ella aceptó y ya no se separaron en toda la noche.
A partir de entonces, Eseo comenzó a frecuentar el castillo de la princesa, y pronto nació el amor entre ellos. Viajaron por múltiples lugares, tumbándose juntos en los preciosos campos de Melquisenet, visitando ciudades y pueblos, bañándose en las magníficas aguas de Ona y paseando por su larga orilla. Durante este tiempo comenzaron a intimar, y cuanto más sabían el uno del otro, más cerca se encontraban, pues se entendían a la perfección.
No obstante, pasado un año de alegres experiencias, una sombra se cernió sobre ellos. El padre de Lida debía ir a la guerra, ya que un rey rival le disputaba unas tierras bajo su jurisdicción. Desgraciadamente, se encontraba en inferioridad de condiciones, y por ello la princesa estaba muy preocupada.
—No te inquietes —la consoló Eseo—. Yo os apoyaré.
De esta forma, el príncipe reunió a su ejército y luchó sin reservar ningún esfuerzo. Con su ayuda, el monarca enemigo fue expulsado. Sin embargo, la campaña había tenido un coste muy elevado. Eseo había descuidado sus fronteras, y su reino fue invadido por un aliado de aquel al que había combatido. Se encontraba en una situación delicada, ya que difícilmente podría hacer frente a una nueva guerra. Le transmitió su preocupación a Lida, y ella guardó silencio.
Eseo partió, con la firme esperanza de solucionar este contratiempo cuanto antes, para regresar en el menor tiempo posible junto a su amada. Sin embargo, el conflicto se agravó, y nadie apostaba ya por la victoria.
—Excepto Lida —pensó Eseo—. Ella me dará fuerzas para continuar.
Así pues, decidió visitarla para elevar su ánimo, ya que iba a necesitarlo en este trance final, pero cuando llegó al castillo de la princesa, se le comunicó que ésta había ido a una fiesta del emperador invitada por el príncipe Benasar... (¿Quieres saber cómo termina el cuento «La princesa infeliz»? Continúa en la colección de cuentos Los bosques perdidos).