Robertinho

Los nubitas y otros cuentos es la quinta colección de cuentos de Miguel Ángel Villar Pinto.

La colección consta de 7 cuentos maravillosos: «Los nubitas», «La gatita Linda», «El rey de los ogros», «El duende padrino», «La isla secreta», «Robertinho» y «El tren Tilín».

En «Robertinho», un ser antiguo vino a la Tierra para convertirse en el mejor futbolista del mundo.

Seres antiguos caminan por la Tierra. A lo largo de la historia, algunos adoptaron forma humana con diversos motivos; las leyendas, mitos y cuentos de todas las culturas hablan de ellos.
Sin embargo, hay otros menos conocidos para nosotros, unos que incluso decidieron olvidar quiénes son o quiénes eran para tener una vida mortal plena. Pueden hacerlo por muy diferentes propósitos, pero en todos los casos, es porque aquí existe la posibilidad de experimentar todo lo bueno y todo lo malo, como cualquier otro humano.
Les encantan los retos y, por eso, suelen escoger nacer en una familia muy humilde; conseguir logros y éxitos con todo a favor es mucho más fácil que en contra y, además, ellos no buscan el reconocimiento de las personas, sino demostrarse a sí mismos su propia valía. Y eso suele convertirlos, muchas veces, en héroes para los hombres.
Uno de ellos, fue Robertinho. Creció en un país subdesarrollado y, dentro de él, en una ciudad cuya reina era la pobreza, su barrio el más hambriento de todos y, su casa, la más desfavorecida. Pero eso no impidió que, desde pequeño, tuviera un gran sueño y estuviera decidido a realizarlo.
Nunca pudieron sus padres hacerle regalos de los que presumir, apenas podían sustentarse, pero Robertinho tampoco los necesitaba. Lo único que siempre quiso era un balón de fútbol y, convertirse, algún día, en el mejor jugador del mundo. En su tercer cumpleaños, lo tuvo. Nada podía haberlo hecho más feliz.
Con lo chiquito que era, el esférico casi abultaba más que él; pero desde entonces, ya siempre fueron juntos a todas partes. Cierto es que, al principio, le costaba mantenerlo cerca, se separaba, se escurría; sin embargo, tuvo que aprender a controlarlo pronto porque no lo dejaban salir solo de casa, y como allí pasaba la mayor parte del día, tenía que evitar que chocara contra las pocas cosas que en su hogar había.
Y así, logró moverse con él como si fuera una extensión de sí mismo. Aún despacio, todavía con golpecillos leves pero precisos, Robertinho iba con su pelota de un lado a otro, esquivando los obstáculos que encontraba. No se separaba de ella ni un instante, ni siquiera para comer o dormir, manteniéndola bajo sus piernas o a su lado en la cama... (¿Quieres saber cómo termina el cuento «Robertinho»? Encontrarás el final en la colección de cuentos Los nubitas y otros cuentos).